¿Qué ocurriría si el Tesoro norteamericano vendiera el oro que tiene en sus cámaras acorazadas? Sugerente pregunta, sin duda, dadas las circunstancias actuales del mercado de metales preciosos y de guerra de divisas. Veamos las cifras de Edwin Truman, colaborador principal del Peterson Institute for International Economics en Washington: El Treasury americano dispone oficialmente de 8.172 toneladas de oro. A precios actuales ($1.300'-/oz), su venta equivaldría a más de $350.000.000.000'-, o sea $350 "billions".
Con esa cifra, los EE.UU. reducirían su deuda en más del 2.25% del PIB. La deuda se podría eliminar de forma efectiva porque actualmente dicho oro está contabilizado como un activo a $42,22/oz! Basándonos en el coste medio del dinero entre 2005 y 2008, esta reducción recortaría el déficit anual en 15.000 millones de $. ¿Cuánto podrían estas cifras ayudar a salir definitivamente del agujero a la economía americana? Mucho, sin duda.
No sólo los EE.UU. Estarían contribuyendo a evitar que se siga inflando una burbuja peligrosa donde las haya, sino que a la vez estaría realizando un beneficio de libro, vendiendo caro lo que compró barato.
Pero veamos también las sombras que se cernirían tras una decisión de tal calibre. Quizá el hecho de que la divisa norteamericana se desligara definitivamente de su contrapartida en oro haría que el $ se hundiera irremediablemente (con sus consecuencias negativas pero también positivas). Porque no está claro que el hecho de que la economía estadounidense recibiera ese enorme empujón, en forma de saneamiento de las cuentas públicas y una mayor capacidad para generar gasto público y fomentar el crecimiento, fuera mayor que las dudas que sembraría una divisa sin ningún respaldo en oro físico.
Llegados a este punto, está claro que los que opinen que el anclaje al oro de las divisas en la actualidad es aún lo suficientemente importante y creíble, pensarán que es un suicidio vender las escasas referencias al oro que aún conserva el $. Pero por el contrario para los que piensen que estamos ya demasiado lejos de la contraparte en oro físico, el mantenimiento de unas reservas casi simbólicas se convierte en un lujo que no nos deberíamos permitir. Quizá la fuerza gravitatoria que ejerce la garantía del oro al papel moneda es ya incapaz de evitar que ésta se aleje de su órbita, y por lo tanto deberíamos pensar en anclar las divisas de algún modo a una contrapartida finita que le devuelva la credibilidad perdida a base de la fabricación de billetes. O quizá la credibilidad no necesite de una contrapartida física de ninguna materia prima, sino que tenga suficiente con la recuperación de la solvencia y capacidad de crecimiento y generación de riqueza de una economía y un Estado como el norteamericano.

En definitiva, un movimiento estratégico como el que planteamos tendría consecuencias de muy difícil predicción. Por ejemplo la potencial exacerbación de la guerra de divisas, o la incógnita respecto a cómo reaccionarían países con grandes reservas de oro y/o con gran capacidad para comprar o vender dicho metal (China, Rusia o países de Oriente Medio). Obviamente sería menos descabellado tratar de hacer un movimiento de esta magnitud de forma relativamente concertada con una selección de privilegiados dentro del G20 que podría ser un inconfesable G3, 4 o 5, por ejemplo.
De hecho, las conversaciones oficiales respecto a cambios sustanciales en el sistema monetario internacional no van en la dirección de la vuelta al patrón oro ni mucho menos. Incluso algunos acuerdos del IMF lo prohiben explícitamente. En cambio muchos Estados como el norteamericano plantean el uso de dichas reservas para casos de emergencia y vacas flacas. La pregunta es: ¿Cuánto más deben adelgazar las vacas para que se eche mano a las reservas en oro, cuyo valor como patrón ha quedado ya obsoleto para muchos?
No obstante, al igual que sucede con la guerra de divisas, ante movimientos estratégicos de valor siempre necesitamos una contraparte que ostente el papel de pardillo. En este caso formarían parte de este grupo los compradores/especuladores particulares de oro, que creyendo haberse subido al tren del refugio se habrían montado en realidad en la montaña más rusa de la Historia.
Fuente: Financial Times
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