Esta es una carta de la tristeza ante la impotencia, pero también de la esperanza.
En un mundo de mera supervivencia no es necesario un modelo económico complejo para cubrir las necesidades básicas de alimentación, abrigo y un techo bajo el que dormir… tal y como ocurría en las tribus cazadoras de la antigüedad, que buscaban sobrevivir cada día, eran autosuficientes y no almacenaban bienes para comerciar.
Pero la curiosidad y la capacidad para cuestionarse el entorno e investigar dota al ser humano de la necesidad de adaptarse a su hábitat y de transformar ese mundo para crear utilidades que le permitan aspirar a tener unas mejores condiciones de vida con perspectivas de cubrir sus necesidades biológicas e intelectuales, de evolucionar y mejorar.
La base de la economía es la necesidad de mejorar.
Sin embargo, hoy en día nos encontramos de hecho un nuevo modelo que no sé si llamar económico, ya que se basa en la destrucción de la economía entendiéndola como el conjunto de personas que producen bienes y servicios, los intercambian y consumen con objeto de prosperar y mejorar sus condiciones de vida.
Porque todos estos motivos:
1- La concentración de la riqueza a nivel global entre un reducido número de personas con gran capacidad de poder y de decidir sobre las condiciones de vida de los demás,
2- la asfixiante corrupción,
3- la impotencia ante normas legislativas y decisiones políticas que defienden los intereses de grandes financieros y empresarios,
4- la desaparición de la igualdad de oportunidades,
5- los obstáculos para defender nuestros derechos,
6- la destrucción de la clase media y su sustitución por una clase “media-baja” y bajando,
7- el alto desempleo en aumento,
8- la acentuada reducción del poder adquisitivo,
9- la pérdida de derechos sociales y laborales,
son el resultado de un nueva Deseconomía Global en el que una poderosa élite formada por la tríada Gobernantes- Financieros-Grandes Empresarios que con sus decisiones para tratar de salvar a toda costa sus intereses (bajo la excusa de salvar a un sistema financiero que no puede caer), daña, perjudica y crea efectos negativos sobre las personas que forman la sociedad.
Esta tríada causante del problema no se hace responsable de los perjuicios que causan a los ciudadanos porque los venden como daños colaterales inevitables para salvar la (su) economía. Sin embargo, en realidad están creando ineficiencias en el sistema productivo y destruyendo todo el modelo económico.
Porque cuando el mayor activo que tiene un país son sus ciudadanos, todas esas personas con el potencial para producir y crear valor añadido… son contemplados por los dirigentes políticos y empresariales sólo como un molesto gasto que hay que intentar erradicar y son enviadas masivamente al desempleo… sin querer ver en el otro lado del espejo que también son fuentes de ingresos y de creación de valor y que son la base que sustenta cualquier modelo económico… y no podemos tener muchas esperanzas en que la situación cambie… y si no tenemos la fuerza ni la capacidad para hacer que cambie… sólo nos queda sentarnos en lo alto de una colina y observar como todo el mundo conocido se va destruyendo poco a poco ante nuestros ojos y el de nuestros hijos.
Pero Tomás tiene razón, ¿qué hacemos medio deprimidos escribiendo que todo es un desastre y que no tiene solución? Sí que la tiene. Todos nos dejamos llevar por el desánimo de vez en cuando. Es comprensible, pero también es lo fácil. Lo difícil es mantener la esperanza y luchar. Luchemos. Cada uno a nuestro modo, como mejor sepamos, pero sigamos aportando nuestro granito de arena.
Quizás algún día, con el pequeño empuje de cada uno de millones de personas insistiendo, este “Muro de la vergüenza económica y financiera” caiga como ha caído otros muros de la vergüenza a lo largo de la historia.