Mientras tanto, en España vamos para atrás, como los cangrejos. En lugar de apostar por un mercado energético competitivo se dedican a blindar los intereses del oligopolio de las empresas tradicionales de energía, que provocará más subidas de tarifas y menos competitividad en el sector. El pecado original está en la pseudoliberalización del sector en la época de Aznar y su privatización chabacana, que al fin y al cabo, fue un negocio seguro y sin riesgos para sus amiguetes, a cambio de obtener una jubilación de oro... Mientras que los tinglaos mafiosos organizados desde los mangantes que han entrado en la política no se desmonten, España seguirá siendo un mero aspirante a entrar en los países considerados europeos y seguiremos siendo un país de pandereta a no tener en cuenta...