La ley no permite que se atribuya propiedades farmacológicas o terapéuticas a un producto dietético, porque éstas se reservan a los fármacos siempre y cuando se hayan confirmado en los estudios pertinentes.
Así fue cómo la ley obligó a eliminar la partícula “Bio” de algunos de estos productos y el yogur Bio de Danone pasó a llamarse Activia, y así fue también cómo el Biomanán, que también es un dietético, se llama desde entonces Bimanán. El término “Bio” sugería propiedades que excedían su naturaleza de producto alimentario.
Por esta misma norma, las empresas de alimentación y los laboratorios que comercializan suplementos nutricionales han de ir con pies de plomo a la hora de diseñar sus mensajes publicitarios, pues en vez de decir que su producto “desciende” el colesterol (lo que implicaría un efecto farmacológico), la ley les obliga a decir frases como “va bien para” el colesterol o “ayuda” a controlar el colesterol. El asunto es obviar el término conflictivo, eliminar el que pueda sugerir un efecto terapéutico o farmacológico que no poseen por la sencilla razón de que no son fármacos. Y hecha la ley, hecha la trampa, porque el efecto del mensaje no se desvirtúa, al contrario. Estos productos van al público, y el lenguaje llano, acompañado a veces de unas citas bibliográficas para dar un poco de empaque al material publicitario, suele ser más efectivo en estos casos que los tecnicismos. Una conocida marca de agua mineral lo ha hecho muy bien y ha sabido rodearse de una aureola de salud al decir que investiga sobre el metabolismo del colesterol.
El problema está en los productos alimentarios que salen a la venta sin haber pasado ningún control. Cualquiera podría instalar un horno en su casa, fabricar panecillos con fibra y distribuirlos en bolsas plásticas con una etiqueta adhesiva en la que diga “combate el estreñimiento”. Sólo hay que acercarse a la panadería del barrio, entrar en una herboristería o navegar un rato por Internet para ver que la estrategia abunda. Sin embargo, ¿quién dice que la cantidad de fibra que llevarían estos panecillos sería suficiente para regular el intestino? El panadero no tiene por qué saber investigación.
Algunos han visto en Internet un terreno abonado para este tipo de acciones. A poco que nos paseemos por la red, encontraremos multitud de páginas de venta de “productos milagrosos” que no son en realidad más que peligrosos cocteles preparados en un laboratorio doméstico sin haber seguido ningún control sanitario. Muchos de ellos llevan vitaminas, pero nadie ha dicho que las vitaminas sean inocuas. También tienen efectos secundarios si se toman en dosis indebidas.
En definitiva, que en los productos de gran consumo se hace un uso abusivo de los mensajes que les atribuyen propiedades terapéuticas que no poseen. Y uno de los mensajes más populares en este campo, o por lo menos el que más se ve en los comercios y grandes sufperficies, es el que vincula el consumo de un cierto alimento con un efecto beneficioso sobre el colesterol.
Saludos.