Llamémosle Antonio a este inmigrante que vino muy joven para los Estados Unidos y padeció de soledad, sufrió el flagelo del hambre, sintió el frío lacerante en sus carnes, la ignominia de sentirse discriminado por su acento al hablar y sin rendirse, a pesar de todas las vicisitudes, trabajó arduamente en este gran país hasta que logró ahorrar unos cuantos dólares.
Con esos dólares fue a la ciudad de Orlando, en la Florida, y compró allí una bella casa la cual alquiló a una familia amiga, para así costear la hipoteca que contrajo con la compra de la propiedad.
Habiendo dejado la propiedad al cuidado de sus amigos, Antonio regresó feliz y contento a la ciudad en la cual trabajaba para continuar con sus labores habituales, seguir reuniendo más dinero y esperar el lejano día de su retiro para ir a vivir en su recién adquirida casa bajo el cálido sol floridano.
Con los años apareció el amor en la presencia de una joven mujer, bella y apasionada. Vivieron juntos. Simplemente vivieron juntos y sin hijos hasta el día en que llegó el momento de retirarse y de residir en la casa de la ciudad de Orlando, la cual ya estaba paga en su totalidad.
Pasadas las primeras emociones de su nueva vida de jubilado y tomando en consideración la marcada diferencia de edad entre él y su pareja, decidió dejarla protegida en caso de su fallecimiento, pues ellos no consideraban el matrimonio dentro de sus planes. Así pues, siguiendo el consejo de un amigo compró un formulario de finiquito o “Quit claim Deed” e incluyó a su pareja en el título de propiedad de la casa, para que en caso que ocurriese su muerte ella pasara a ser la dueña del inmueble y no quedase desamparada.
Meses más tarde la señora enfermó de cáncer y murió casi de inmediato.
Luego de su muerte aparecieron parientes de ella, desconocidos hasta entonces, reclamando su herencia y Antonio tuvo que hipotecar la propiedad, que ya había liquidado, para satisfacer la demanda de herencia que ascendió a $175.000.00
De haber consultado un abogado, cuyos servicios le hubiesen costado aproximadamente $500.00, éste hubiese modificado la titulación, y hubiera convertido la misma en un título de propiedad conjunta, con derecho de traspaso y control de propiedad para aquel de los dos que sobreviviese al otro.
Moraleja: “Zapatero a su zapato.”
J. A. “Tony” Ruano es autor del libro “Bienes raíces.
Manual práctico de compra, venta y administración.”